Se denominaba a sí mismo Rex Pacificus («rey de la paz»). No le gustaban ni los puritanos ni los jesuitas por sus ansias de guerra. Europa estaba muy polarizada, al borde de la Guerra de los Treinta Años (1618-1648), en la que los pequeños países protestantes sufrieron la agresión de los grandes imperios católicos. Al ocupar el trono, Jacobo firmó un acuerdo de paz con la España católica e intentó casar a su heredero con la infanta española María Ana, aunque esta boda no llegó a celebrarse. El 14 de febrero de 1613, su hija Isabel se casó con Federico V del Palatinado, que llegaría a ser rey de Bohemia, un enlace que tuvo importantes implicaciones políticas y militares. Los príncipes alemanes estaban formando la Unión de Príncipes Protestantes Alemanes, con sede en Heidelberg, capital del Palatinado. El rey Jacobo supuso que el matrimonio de su hija le otorgaría presencia diplomática entre los protestantes.6 De esta forma tendría un pie en cada campo y podría negociar compromisos de paz. En realidad, ambas partes lo utilizaron para su objetivo de aniquilar a la parte contraria. Los católicos españoles y el emperador Fernando II de Habsburgo, líder de los Habsburgo que controlaban el Sacro Imperio Romano Germánico, estaban muy influenciados por la contrarreforma, y tenían el objetivo de expulsar el protestantismo de sus dominios. El duque de Buckingham, que cada día acumulaba más poder en Gran Bretaña, deseaba una alianza con España, y por eso acompañó al príncipe de Gales a convencer a la infanta española. Pero para acordar el matrimonio, España exigió que Carlos renunciara a su intolerancia hacia los católicos. Carlos y Buckingham se sintieron humillados, y el duque se convirtió en el líder de las numerosas voces británicas que exigían una guerra contra España.
Mientras tanto, los príncipes protestantes habían puesto sus ojos en Gran Bretaña, que era el país más poderoso de todos los protestantes, y querían que apoyara militarmente su causa. Isabel y Federico se convirtieron en reyes de Bohemia, lo que enfureció a Austria: comenzó la Guerra de los Treinta Años, el emperador Habsburgo derrocó a los reyes de Bohemia y masacró a sus seguidores. Baviera, estado católico, invadió el Palatinado, y el yerno de Jacobo pidió su intervención militar. Jacobo se convenció por fin de que sus políticas se le habían vuelto en contra, por lo que rechazó sus súplicas y así consiguió mantener a Gran Bretaña fuera de la guerra que devastó Europa durante tres décadas. El plan alternativo de Jacobo era casar a su hijo Carlos con una princesa francesa católica, que aportaría una jugosa dote. El Parlamento y el pueblo británico se oponían con firmeza a un matrimonio católico, exigían la guerra inmediata con España y el apoyo a la causa protestante europea. Jacobo se había alejado de la opinión de la élite y el pueblo británicos, y el Parlamento le retiró la financiación. Hoy, los historiadores elogian a Jacobo por retirar a Gran Bretaña de una gran guerra en el último momento y mantener el país en paz.78
La elección de Federico e Isabel como reyes de Bohemia en 1619 y el conflicto que provocó marcaron el comienzo de la desastrosa Guerra de los Treinta Años. En retrospectiva, la determinación del rey Jacobo de evitar la implicación de Gran Bretaña en el conflicto del continente, incluso durante la «fiebre guerrera» de 1623, se considera uno de los aspectos más significativos y positivos de su reinado.