Durante la década de 1920, Le Corbusier proyectó una serie de viviendas unifamiliares para una clientela culta que compartía con el arquitecto la premisa de que la vivienda moderna debía ser una machine à habiter (máquina de habitar), como es el caso de la villa Saboye (1928-1930) en Poissy-sur-Seine (Francia). Esta obra muestra los principios de la nueva arquitectura: planta principal separada del suelo sobre pilotis, planta libre, sin subordinaciones respecto a la estructura, utilización de ventanales horizontales por los que penetra abundante luz y disposición de terrazas ajardinadas que permitan desarrollar la vida al aire libre. Realiza una serie de propuestas urbanísticas innovadoras que apuntan a la resolución del problema de la vivienda obrera mediante el planteamiento de casas fabricadas en serie y de ciudades organizadas en altura (villas-inmuebles). Entre las construcciones de los diversos equipamientos y servicios, se abren amplios espacios para las vías de circulación y zonas ajardinadas.
Obras de madurez
Después de la Segunda Guerra Mundial, Le Corbusier realizó distintas versiones de la Unidad de habitación (1946-1952), comenzando por el edificio de Marsella. Por entonces, el arquitecto estaba explotando todas las posibilidades plásticas del hormigón armado como material de construcción. En lugar de seguir los métodos de cerramiento habituales en los rascacielos, consistente en ligeras membranas montadas sobre estructuras invisibles, Le Corbusier hizo de nuevo énfasis en la expresividad de los cerramientos, concibiendo el edificio como un objeto esculpido. Los artistas habían profetizado la importancia del hormigón, pero su popularización fue lenta a causa de la dificultad de dominarlo con precisión. En 1901 el arquitecto y urbanista francés Tony Garnier realizó un proyecto de ciudad para Lyon, publicado como La ciudad industrial (1918), en el que estaba previsto la utilización del hormigón a gran escala.
Uno de los precursores en la explotación de las posibilidades estructurales y formales del hormigón armado fue el maestro de Le Corbusier, Auguste Perret, que cuenta con ejemplos excepcionales construidos exclusivamente con este material, como la iglesia de Notre Dame du Raincy (1922-1923) y la reconstrucción del puerto de El Havre tras la II Guerra Mundial.
Le Corbusier también ejerció gran influencia a través de sus escritos, como el libro Hacia una arquitectura (1927), que recoge varios artículos sobre su pensamiento arquitectónico. Realizó audaces proyectos no construidos para el palacio para la Sociedad de Naciones (1927) en Ginebra y el palacio de los Soviets (1931) en Moscú. Sus postulados también se manifestaron en 1925 en el pabellón del Esprit Nouveau para la Exposición de Artes Decorativas de París.
Últimas obras
Le Corbusier se adentró progresivamente en las posibilidades plásticas del hormigón armado, manejado con el fin de producir efectos expresivos. De este modo inspiró a otros arquitectos, sobre todo ingleses, a trabajar en un estilo que se denominaría brutalismo, un término derivado del francés béton brut (hormigón bruto o visto). Durante la década de 1950, Le Corbusier realizó la ciudad de Chandīgarh, la nueva capital del Punjab, en el noroeste de la India. Sus tres grandes edificios gubernamentales, levantados en la plaza del Capitolio, se cuentan entre los ejemplos más dramáticos de la arquitectura del siglo XX. Dos edificios religiosos en Francia culminaron la extraordinaria carrera de Le Corbusier: la capilla de peregrinación de Nôtre Dame du Haut (1950-1955) en Ronchamp, en el Alto Saona, y el monasterio dominico de La Tourette (1956-1960), en Eveux (Rhône). La capilla está compuesta por unas expresivas formas curvas que encierran un espacio recogido, matizado por las sutiles luces que penetran por los cristales coloreados, mientras que el monasterio, revestido de hormigón visto, contiene espacios complejos para la vida en comunidad, organizados en torno a un patio rectangular.