19 Mar
19Mar

Tendría que llevar el nombre de la reina, el nombre de esta delicada, inquieta y elegante mujer; tendría que llamarse estilo María Antonieta, pues nada, en sus formas frágiles y graciosas, recuerda al hombre gordo y macizo que era Luis XVI y a sus toscas aficiones, sino que todo hace pensar en la leve y linda figura de mujer cuya imagen adorna todavía hoy aquellos recintos; formando una unidad desde el lecho hasta la polvera, desde el clavicordio hasta el abanico de marfil, desde la chaise-longue hasta la miniatura, utilizando sólo los materiales más escogidos en las formas menos llamativas, aparentemente frágil y, sin embargo, duradero, uniendo la línea clásica a la gracia francesa, este estilo, aún comprensible hoy para nosotros, anuncia, como ningún otro, el señorío victorioso de la mujer, el dominio de Francia por damas cultas y llenas de buen gusto y trasmuda la pompa dramática de los Luis XIV y Luis XV en intimidad y musicalidad.


El estilo Luis XVI contrasta con estilo Luis XV por su sencillez y mesura; vuelve al rigor de las formas geométricas y rectilíneas tomadas de la arquitectura clásica: el rectángulo, el cuadrado, el círculo y el óvalo, principalmente. Frente a la pesadez y el exceso de estilos anteriores, el estilo Luis XVI se caracteriza por la ligereza de sus formas y la proporción armoniosa de sus dimensiones. La solemnidad es sustituida por la gracia y la delicadeza propias de la vida social, el intimismo y el confort. Este estilo incorpora elementos de la cultura greco-romana: columnas, frontones, pórticos. La pintura también experimenta un retorno a los temas de la antigüedad clásica con representaciones de escenas mitológicas y el uso de las proporciones griegas y romanas en la figura humana. 


Se trasmuda la pompa dramática de los Luis XIV y Luis XV en intimidad y musicalidad; revestimientos de madera, tallados y dorados, sustituyen al mármol; las sedas reemplazan al terciopelo y al brocado. Los matices tiernos y pálidos, el créme apagado, el rosa de melocotón, el azul primaveral, son los colores preferidos; este arte se apoya en lo primaveral, no se aspira provocativamente a nada magnífco, a nada teatral e imponente, sino a lo discreto y amortiguado.

Los elementos decorativos son también austeros. Las formas de los adornos son simétricas y la inspiración se encuentra en la naturaleza y en los temas antiguos. Entre los más clásicos están el lazo de cinta y las cortinas festoneadas. El color dorado es colocado en pequeños ángulos de las claves (en los que se refuerzan las debilidades de los muebles).La base del mueble la constituye la línea recta. Desaparece la rocaille y en su lugar son insertados detalles ornamentales basados en motivos clásicos como guirnaldas, palmas, rosas, hachones encendidos, coronas de laurel, esferas. pero siempre con mesura, sin exageración, generalmente en la parte superior del mueble. Estos muebles son además más pequeños que los del estilo Luis XV, y muchos son portátiles.

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