El puritanismo dominante hace que la vivienda victoriana sea el lugar central de la vida familiar y social, en ella la burguesía da muestra de su nivel de bienestar, por lo que será a la vez acogedora y ostentosa. Será el comedor una habitación fundamental, ya que en ella se comerá y rezará. A la hora de su decoración se recurrirá al eclecticismo, los salones presentarán en alfombras, paredes y cortinas ricos colores, a la par de una profusión de pequeños detalles decorativos tal como figuras, lámparas o adornos, una habitación desnuda se consideraba de mal gusto y era el salón un escaparate en el que el propietario mostraba a los invitados sus intereses. En la vivienda se separarán cuidadosamente los espacios públicos de los privados.
Dentro del mobiliario característico de la época se encuentran:
Las mesas de comedor rectangulares de esquinas en ángulo recto, sólidas y de patas torneadas.
Las mesas y mesitas de juego, de variadas formas.
El escritorio es muy popular, pequeños y con cajoneras laterales.
Los aparadores, que presidían el comedor, con un espejo tallado. En la Exposición de 1862 se mostraron dos de ellos, los llamados Shakespeare y Robinson Crusoe por la temática de sus motivos decorativos, hechos por Thomas Tweedy y su discípulo Gerard Robinson.