21 May
21May

En esta nueva era de la conectividad relacional y plural, cada vez más diseñadores están descubriendo que ser de un lugar concreto y realizar diseños que denoten su procedencia —en lugar de dar la impresión de que éstos han sido producidos en cualquier parte y, por lo tanto, en ninguna parte— parece ser más importante que nunca. Tal vez porque el diseño se ha vuelto demasiado internacional, accesible y adaptable, perdiendo especificidad y conexiones con lo local. Si bien una buena porción de diseñadores latinoamericanos todavía debe encontrar soluciones creativas a partir de presupuestos modestos (e incluso miserables), también, en la medida que su nueva clientela se ha ido haciendo geográficamente más dispersa, han podido desarrollar proyectos o expandir sus oficinas fuera de su país. Por ello, el diseño se torna cada vez más interdisciplinario, colaborativo y desterritorializado. A su vez, gracias a las redes digitales de comunicación como gmail, skype o yousendit, no siempre es necesario estar en el mismo país de procedencia del encargo o proyecto.
“Nuestra cultura moderna, no más vieja que 500 años, casi siempre termina por pasarnos la cuenta, la factura. Somos nuevos en muchas cosas, impacientes, no nos gusta esperar, inocentes por mucho tiempo, insolentes de ahora en adelante”,
para bien o para mal, aunque siguen existiendo diferencias culturales, de acceso a bienes básicos y a tecnologías de información (un 20% de la población mundial puede acceder a internet y más o menos ese mismo porcentaje controla, consume y malgasta el 85% de los recursos del planeta), lo cierto es que los cambios tecnológicos, la globalización de la economía y la creciente importancia de tópicos como el branding o la etnografía han situado al diseño como una profesión de “emprendedores”, aunque odiemos esta adjetivación por manoseada y, en ese sentido, homologable a otros términos ―igualmente sospechosos― como “innovación”, “sustentabilidad” o design thinking, hoy en día emblemas de cualquier diseñador latinoamericano que pose de mínimamente informado. cuando las personas remitían al concepto de “innovación” en la década de 1990, se referían a la “tecnología”. Hoy, cuando hablan de innovación, se refieren a “diseño”, como ha señalado el conocido articulista de la revista Businessweek Bruce Nussbaum, quien recientemente ha
1 curiosamente, el año 2008 el mismo Nussbaum afirmaría que la innovación “había muerto” y que el nuevo concepto clave sería “transformación”. según el analista, el concepto de “innovación” no es el adecuado para hacer frente al rol hegemónico de las tecnologías digitales que están transformando los roles que hasta ahora han desempeñado los ciudadanos en las organizaciones. Además, la “innovación” implica cambiar lo que ya existe; en cambio, la “transformación” pretende crear algo nuevo. este artículo fue publicado el 31 de diciembre de 2008 en la revista Businessweek con el título “Innovation” is Dead. Herald The Birth of “transformation’ as The Key concept for 2009”.
propuesto un nuevo concepto: “transformación”.1 en los años sesenta y setenta el tópico occidental de la “industrialización” pareció ser un gran aliado de las famélicas economías del cono sur y también del diseño, y con alcances similares a la actual sinonimia entre diseño e innovación. Bien es cierto que, a fuerza de repetirlo, la “innovación” se ha convertido en el nuevo mantra multiusos de la sociedad contemporánea. empleamos esta palabra para prestigiar todo lo que hacemos y producimos, desde el diseño de invernaderos acuáticos, productos antimicrobianos, indumentaria a base de reutilización de desechos, hasta fuentes digitales inspiradas en códices precolombinos. sin embargo, y llegados a este punto, durante estas últimas décadas hemos tenido que recorrer un buen trecho: crisis económicas, golpes militares, procesos de desindustrialización y revoluciones digitales, entre otras cosas, han comparecido como escenario del proceso de institucionalización del diseño “profesional” en este continente, período que ya reconoce alrededor de medio siglo de avances y retrocesos.
ó ser un gran aliado de las famélicas economías del cono sur y también del diseño, y con alcances similares a la actual sinonimia entre diseño e innovación. Bien es cierto que, a fuerza de repetirlo, la “innovación” se ha convertido en el nuevo mantra multiusos de la sociedad contemporánea. empleamos esta palabra para prestigiar todo lo que hacemos y producimos, desde el diseño de invernaderos acuáticos, productos antimicrobianos, indumentaria a base de reutilización de desechos, hasta fuentes digitales inspiradas en códices precolombinos. sin embargo, y llegados a este punto, durante estas últimas décadas hemos tenido que recorrer un buen trecho: crisis económicas, golpes militares, procesos de desindustrialización y revoluciones digitales, entre otras cosas, han comparecido como escenario del proceso de institucionalización del diseño “profesional” en este continente, período que ya reconoce alrededor de medio siglo de avances y retrocesos.

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